La escultura de la diosa Coyolxauhqui, pieza emblemática de la cultura mexica, fue hallada de manera fortuita el 21 de febrero de 1978, cuando una cuadrilla de la Compañía de Luz y Fuerza laboraba en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Cubierta por arenilla, un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia desenterró la pieza que había permanecido en el subsuelo durante 500 años. La deidad, relacionada con la luna, tiene un peso de ocho toneladas y 3.25 metros de diámetro. Este hallazgo detonó el Proyecto Templo Mayor, que encabezó el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y que ahora dirige Leonardo López Luján.

Diosa Coyolxauhqui

Durante la época prehispánica el monolito de la Coyolxauhqui sirvió como un recipiente sagrado en el que se depositaban los cuerpos de los hombres sacrificados en honor a Sol, señaló el arqueólogo Felipe Solís Olguín, al referir que el uso de esta piedra labrada se daba durante los rituales que recreaban el mito sobre el nacimiento de Huitzilopochtli, deidad central de los mexicas.

Lo anterior, dijo, tiene que ver con la ubicación de este relieve al pie del adoratorio de Huitzilopochtli, que se encuentra en la parte sur del Templo Mayor de Tenochtitlan, desde cuya cima eran arrojados los cuerpos de los prisioneros sacrificados para que cayeran sobre el monolito de la deidad femenina relacionada con la Luna y los vencidos.

El especialista en la cultura mexica, quien en 1978 —año del hallazgo de la piedra labrada—, fue uno de los primeros en identificar que se trataba de la diosa Coyolxauhqui, explicó que a diferencia de otros monolitos como el Calendario Azteca que fue removido en la época colonial, éste se encontró en el mismo lugar que ocupó en la antigua Tenochtitlan.

Lo anterior, es la prueba más evidente de que este relieve de la diosa lunar, tuvo como fin materializar el episodio mitológico del nacimiento de Huitzilopochtli, toda vez que su colocación estratégica permitía recrear la escena en la que el Sol vence a la Luna. “Donde el Templo Mayor representa el cerro desde el cual fue arrojada y cayó despedazada Coyolxauhqui”, explicó.

En el marco de las actividades académicas organizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con motivo del 30 aniversario del hallazgo del monolito de la Coyolxauhqui, ocurrido el 21 de febrero de 1978; el también director del Museo Nacional de Antropología, aseveró que para entender el simbolismo que guarda la escultura circular, ésta tiene que analizarse conjuntamente con el Templo Mayor y no de forma aislada.

El hallazgo arqueológico del relieve, —detalló—, se dio en el mismo lugar que ocupaba en la época prehispánica, en el arranque de la escalinata de acceso al adoratorio de Huitzilopochtli que se encuentra en la cima del Templo Mayor.

“De esta manera los mexicas representaron el mito del nacimiento de Huitzilopochtli, en el que se relata que Coatlicue, su madre, estaba barriendo y se encontró una bola de plumas que guardo en su vientre y quedó embarazada, al saber esto su hija, Coyolxauhqui y sus hermanos, las 400 estrellas intentan matarla y se inicia un combate”.

“Huitzilopochtli nace armado en el cerro Coatepec y mata a su hermana la cual cae desde la cima y queda desmembrada en el suelo”, abundó Solís Olguín, al indicar que la representación simbólica de este esquema se reprodujo a través del Templo Mayor, edificio que hacia alusión al cerro, en cuya parte superior se ubicó a los vencedores con el adoratorio a Huiztilopochtli, y en la inferior a los vencidos con el monolito de Coyolxauhqui.

Este mismo episodio solía representarse durante los rituales que se hacían en la festividad del Panquetzaliztli, en la que se efectuaba el sacrificio de guerreros capturados en combate y que eran ofrendados en honor a Huitzilopochtli, dios de la guerra y el Sol, abundó.

“Al igual que como fue arrojada Coyolxauhqui desde la cima del cerro Coatepec, una vez inmolados los cuerpos de los cautivos de guerra eran lanzados desde lo alto del Templo Mayor y rodaban por la escalinata hasta caer sobre el disco de Coyolxauhqui, el cual servía como recipiente sagrado”, apuntó.

“Primero eran decapitados, al igual que la Coyolxauhqui, para posteriormente ser despeñados desde lo alto del adoratorio a Huitzilopochtli. Los cuerpos caían sobre el monolito, una especie de recipiente”, precisó.

De acuerdo con los fechamientos, este monolito fue creado entre los años 1469 y 1881 de nuestra era, durante el reinado de Axayácatl y formaba parte de la etapa constructiva IVb del Templo Mayor de Tenochtitlan.

Como parte de su conferencia titulada Simbolismo de Coyolxauhqui, Solís Olguín refirió que esta piedra labrada es además la única escultura mexica con una alta connotación sexual, en el sentido que se trata de una clara representación del sexo femenino.

La deidad cuyo nombre significa “La que se ornamenta las mejillas con cascabeles”, aparece desnuda en el monolito porque una de las últimas etapas de la derrota de los enemigos, era la humillación, misma que consistía en despojarlos de sus ropas.

Otro aspecto que da cuenta del papel que ocupó esta escultura dentro de la cosmovisión de la cultura mexica, es el referente a la serpiente bicéfala que adorna el cinturón de Coyolxauhqui. Este elemento remite que se trata de una deidad de la tierra y la oscuridad de la noche, es decir la diosa de la Luna, indicó.

Finalmente, Solís Olguín destacó la relevancia del hallazgo de esta escultura circular, porque a partir de este suceso se dio un mayor impulso a la investigación arqueológica de la cultura mexica, que hasta ese momento estaba más enfocada al estudio de la magnificencia maya.

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